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La receta para lograr un crecimiento en lo que le resta al sexenio deriva en la producción con destino hacia otras naciones
En los últimos tres años, los dos principales motores del crecimiento económico, la inversión y el consumo han perdido potencia, toda vez, que: al cierre del primer semestre del 2021 (IS-21), los índices y subíndices de formación bruta de capital (IFB) registran niveles entre -13% y -17% inferiores a los que tenían en el 2019 y 2018.
Por su parte, los flujos reales de inversión privada con relación al Producto Interno Bruto (PIB) han caído de un promedio de 20.5% en los últimos 30 años a sólo 15% en el 2021; y los flujos de inversión física del gobierno actual, son los más pobres de la historia mexicana moderna, con una participación de entre 2.5% y 2.8% sobre el PIB Total Nacional (PIBT), muy lejos del promedio de 5.1% que ese indicador reporto a lo largo de las cinco administraciones federales anteriores.
En cuanto al consumo, sus niveles también se encuentran rezagados con respecto a los dos años previos a la irrupción de la pandemia del Covid-19, lo cual se refleja con mayor intensidad en el consumo de bienes y servicios producidos en México y especialmente en el consumo de bienes duraderos y semi duraderos.
Partiendo de ese contexto, con los dos principales motores de la actividad económica fuera de tiempo y operando por abajo de su capacidad real, la conclusión es que los escenarios probables para la economía mexicana en el corto y mediano plazos apenas alcanzan para esperar una recuperación plena hasta el cierre del 2022, con expectativas de un repunte de entre 5% y 6% del PIBT en el 2021 y crecimientos moderados de entre 2% y 3% para los últimos tres años de la actual administración.
Bandera del crecimiento
Si los niveles de inversión pública y privada, así como el consumo nacional continúan deprimidos, la pregunta obligada es: ¿cuáles serán los vectores que pueden impulsar ese crecimiento moderado de la economía mexicana en el corto y mediano plazos?
La respuesta es muy sencilla: el “consumo”. Pero no el consumo nacional en los mercados internos cuyo crecimiento, ya se ha dicho, será bastante limitado, sino el consumo de productos mexicanos en el extranjero y muy especialmente en los mercados de América del Norte.
Dicho de otro modo: en la coyuntura y circunstancias actuales, la única fuente que está impulsando la recuperación y que puede levantar la bandera del crecimiento de la economía mexicana, en los próximos años, es la misma que ha cumplido esa función desde hace ya más de 30 años, es decir, las exportaciones.
Para nadie es un secreto, que desde la quiebra que experimentó nuestro país a principios de los 80´s del siglo pasado —producto del fracaso absoluto del viejo modelo de desarrollo basado en la sustitución de importaciones, en un marco de economía cerrada y fuertemente estatizada —, el principal vector de crecimiento para la economía ha sido el dinamismo del sector externo gracias a la conversión de México en una economía abierta a la competencia comercial internacional y a las inversiones extranjeras directas.
Fue ese proceso de apertura económica “neoliberal” lo que convirtió al país en la importante plataforma exportadora de productos de consumo final, intermedio y de capital que es actualmente, con envíos al extranjero que, en los últimos cinco años superan holgadamente los 400 mil millones de dólares, cifra equivalente a 40% del PIBT.
De hecho, en los 27 años que van de 1993 al 2019, las exportaciones de manufacturas mexicanas se multiplicaron por 10 pasando de 41.1 a 410.8 miles de millones de dólares, y luego del breve bache provocado por la pandemia del Covid-19 en el 2020, este 2021 el valor de las exportaciones podría escalar a cifras superiores a los 420 miles de millones de dólares.
Pues bien, en la presente coyuntura critica para la economía mundial, el principal factor de tracción sobre el que descansan las expectativas de crecimiento futuro de la economía mexicana es, y seguirá siendo por mucho tiempo, la competitividad exportadora de los clústeres industriales mexicanos.
De enero a septiembre de este año, las exportaciones totales ascienden prácticamente a 359 miles de millones de dólares, la cifra más alta alcanzada en la historia económica nacional para un ciclo de nueve meses.
De ese total, el 88.3%, es decir 316.8 miles de millones de dólares fueron exportaciones de c manufacturados de consumo final, intermedio y bienes de capital, cantidad que refleja un crecimiento de 33.8% contra los 293.8 miles de millones registrados en el mismo período del 2020 y de 7.8% frente al valor del mismo ciclo en el 2019.
La coyuntura actual también resultó favorable para las exportaciones petroleras que en el mismo período enero-septiembre sumaron 20.6 miles de millones de dólares, gracias al fuerte crecimiento de los precios de la mezcla mexicana de exportación, que en los últimos 12 meses aumentó 74.8%, al pasar de 39.3 a 66.9 dólares por barril.
Por su parte, las exportaciones agropecuarias continúan con la tendencia ascendente iniciada en 1993, tendencia que, ni la pandemia del Covid-19 fue capaz de detener en el 2020. Bajo esa dinámica, en el período enero-septiembre las exportaciones agropecuarias (agrícolas, ganaderas, silvícolas y pesqueras) alcanzaron un valor de 14.5 miles de millones de dólares, cifra que resulta 6.2% y 10.3% mayor a los valores reportados en 2020 y 2019 en ese orden.
Finalmente, el renglón de “otras exportaciones” en el que se incluyen principalmente los embarques del conjunto de las industrias extractivas (metales y minerales no metálicos) tampoco desentonó en materia de crecimiento, ya que en el período enero-septiembre del 2021, los envíos sumaron 7.1 miles de millones de dólares, cantidad 39.0% y 55.2% superior a los registros de los dos años anteriores.
El principal vector de reanimación de la economía mexicana, luego de las sacudidas internas y externas experimentadas en los dos años anteriores, se encuentra en el sector externo casi siempre representado por las exportaciones manufactureras que representan alrededor del 90% de las exportaciones totales del país.
Sin embargo, esa visión de las cosas que deriva de la concepción mercantilista que prevalece en muchos analistas económicos, tiende a menospreciar el papel que juegan las importaciones en favor del crecimiento de la economía nacional. El vigor exportador de las industrias manufactureras mexicanas no se puede explicar sin el concurso de las importaciones, sobre todo si se considera que alrededor del 80% de su valor deriva de la compra en el extranjero de bienes intermedios y de capital que en conjunto representan alrededor del 90% de las importaciones totales.
Esas importaciones de bienes intermedios y de capital contribuyen fundamentalmente a sostener el impulso exportador de nuestro país, y también contribuyen sustancialmente a impulsar la producción de bienes y servicios que se destinan al consumo nacional.
El hecho de que las importaciones de mercancías extranjeras también estén creciendo a tasas importantes, no debería ser motivo de alarma, aún en el caso de que su valor supere al de las exportaciones totales, ya que los déficits comerciales de nuestro país suelen compensarse con superávits externos por exportaciones de servicios, remesas y por la entrada neta de capitales vía inversiones extranjeras directas o de cartera.
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